Como en todo matrimonio, el de Uber está pasando una crisis.
Y bueno, hay que reconocer que más que matrimonio esto es un ménage à trois, en
el cual la empresa tiene que satisfacer a los clientes y a los asociados. Porque
si estuviéramos hablando de una empresa tradicional, los empleados, que si bien
son importantes y es saludable escuchar sus sugerencias, no tienen realmente
poder de decisión, y si a alguien no le gusta, pues se puede ir, y salvo el
problema de logística inicial, no pasa a mayores. Aquí el caso es diferente,
porque para empezar, la flotilla empieza a disminuir, ya que Uber no es dueña
de los autos.
El primer desencanto se dio en aquellos lastimosos días en
que a Mancera, tan brillante muchacho él, se le ocurrió ¿por qué no? Modificar el
programa No Circula, según él, para mejorar la calidad del aire, cosa que no
ocurrió. Ante esto Uber aplicó su mentada “tarifa dinámica”, que por más que
digan, es un robo disfrazado de libre mercado. Si hay más demanda que oferta de
autos, el costo sube. Su razonamiento era “para asegurar que hubiera unidades
disponibles y quien necesitara el servicio pudiera acceder a él” WTF? O
sea…¿cómo? ¿Me lo podrían explicar como si tuviera seis años? Hay unidades
disponibles porque hay gente que en el mejor de los casos no quiere pagarlo,
aunque la realidad del país es más bien que no puede pagarlo ¿eso no es negarle
el servicio a alguien que, usualmente sí puede pagarlo? La verdad ese
capitalismo salvaje es una mentada de madre que sólo los muy cínicos o los muy
insensibles pueden defender.
Además aquí entraba en juego un asunto que no es poca cosa.
Cuando Uber entró, la mafia del sindicato de taxistas (¿por qué siempre en
todas estas mafias del poder está involucrado un sindicato?) decidió que Uber
no podía ejercer su derecho a ser una opción en el transporte citadino. El gobierno
de Mancera, raudo y veloz, se rindió a estos intereses y estaba a punto de
negar el permiso cuando apareció la voz del pueblo que dijo “nanais, dijo
popochas”, y Uber se queda. Fue tal la presión de la sociedad organizada que a
Mancera no le quedó de otra que doblar las manitas y dar los permisos
correspondientes. En pocas palabras Uber existió en México porque su público
así lo quiso. ¿Y qué hace Uber? A la primera de cambios traiciona ese apoyo y
pretende abusar de quienes lo apoyaron. En mi pueblo dicen que no es bien
nacido el que no es agradecido.
Ante las nuevas protestas, y ante la posibilidad de
orquestar una campaña en su contra, Uber da marcha atrás, aunque no totalmente.
¿Y qué sucede? Que empieza a crear una serie de medidas para que al consumidor
le sea menos oneroso, pero en lugar de sacrificar utilidades, como toda empresa
socialmente responsable haría, ¡no!, decide clavarle el diente a sus asociados
y les aumenta la comisión. Éstos, al ver que sus ingresos disminuyen, están
molestos y hasta han organizado paros.
No sé en qué va a acabar este culebrón, pero Uber ha sacado
el cobre. Entiendo que las empresas deben de ganar dinero, pero no a costa de
sangrar, ni a sus clientes, ni a sus colaboradores. Todo debe de tener un justo
medio. Ojalá y que recapaciten, ya que es muy buen servicio.