Me refiero, obviamente, al que realizó dentro de su tesis.
¿Se imaginan que alguien lo secuestrara? No sería negocio. ¿Quién pagaría su
rescate? La Gaviota definitivamente no. Deshacerse de él sería lo mejor que le
podría pasar. ¿El PRI? No lo creo, además de que seguramente los secuestradores
trabajarían para Don Beltrone o para Gamboini, el PRI saldría beneficiado con ello,
hasta podrían santificarlo como a Colosio. ¿El pueblo? ¡menos!, si lo que
queremos es que ya se vaya. Puestas las cosas así, no creo que hubiera nadie
interesado en secuestrarlo.
El plagio al que me refiero fue al “descubierto” por Carmen
Aristegui, nuestra Scooby Doo particular. Con bombo y platillo la periodista
anunció tener una noticia espectacular, casi al nivel de la que les dio Tenoch
a los aztecas cuando descubrió al águila devorando a la serpiente. Al final
todo concluyó en que EPN había cometido plagio en su tesis. Tanto pedo para
cagar aguado, dirían en mi rancho.
Y no, no se dejen engañar por el amarillismo del equipo de
Aristegui. No es que haya tomado una tesis y sólo hubiera cambiado el nombre
del titular por el suyo. Se trata de que, en el 28.8 % de la tesis le faltan
las comillas, porque los libros de donde sacó esas frases sí están en la
bibliografía. O sea, técnicamente sí cometió plagio, pero si revisáramos todas
las tesis, en mayor o menor medida, encontraríamos estos errores. Hasta en la de
Carmen Aristegui…ah, no, perdón, ella no está titulada. Hay académicos y otros
amantes del borlote que se tomaron este “plagio” como algo personal que, de ser
católicos, dirían que ofende al mismo Dios, y hasta exigían que, además de
retirarle el título de licenciado, deberían retirarle el de la maestría y hasta
el premio de buena conducta que se ganó en segundo de primaria.
Y a los pobres asesores tampoco les fue nada bien. ¡Por
favor! Toda esa gente que los criticaba, en su mísera vida han sido asesores de
tesis, vamos, que de la mayoría podría apostar que ni la licenciatura
terminaron. Un asesor lee la tesis, y quizás podría distinguir cierto cambio en
la redacción, pero no se va a poner a buscar párrafo por párrafo si eso es
producto de la mente del alumno o de algún otro autor, es ridículo. Asumen, y
en el mejor de los casos recomiendan al sustentante que si va a tomar una cita
textual deberá entrecomillarla, pero hasta ahí termina su responsabilidad.
Y todavía ponían ejemplos ridículos, como el del ministro de
guerra de Alemania, Karl Zu Guttenberg, quien, ante las presiones de un periódico
sensacionalista por haber plagiado parte de su tesis doctoral, renunció a su
cargo porque el escándalo estaba afectando el trabajo de su dependencia. No fue
por presión popular, de hecho ni Merkel ni gran parte del pueblo alemán querían
su renuncia. Él la presentó porque no se le hacía correcto que su persona
opacara la noticia de la muerte de tres soldados alemanes en Afganistán, o sea,
que ni de lejos es el caso.
En
fin, Peña cada vez más hundido por una mala administración que causan que
cualquier tontería se convierta en un error de dimensiones épicas, y Carmen
Aristegui cada vez más deseosa de atención sepultando a la gran periodista que
alguna vez, hace muchos años, fue.