Una mujer llega a su casa al día siguiente después de pasar
toda la noche fuera. Su marido le pregunta que dónde estuvo, a lo que ella
contesta que en casa de una amiga. Mientras ella se baña, el marido toma su
celular y le marca a las 10 mejores amigas para preguntarles si su esposa
estuvo con ella y todas lo niegan. Una semana después el marido llega a su casa
después de toda una noche fuera. Cuando su esposa le pregunta dónde estuvo, él
responde que en casa de un amigo. En cuanto él se baña, toma su celular y le
marca a 10 de sus amigos para preguntar si su esposo estuvo con él. 7 de ellos
respondieron que sí, dos de ellos incluso le dicen que acaba de salir hace
quince minutos y el otro le asegura que todavía está con él. ¿Moraleja? Entre
hombres somos más solidarios entre amigos.
El cuento viene al caso por la reciente #LadyCoralina , una
chava que, en su despedida de soltera, se besó con uno de los invitados. Hasta
aquí, nada anormal; nada que no suceda en casi todas las despedidas, tanto de
soltero como de soltera, que la cachondez no distingue géneros. El problema es
que una “amiga” de la novia (con amigas así para qué quiere enemigas) tomó un
video y lo subió a las redes, rompiendo dos juramentos inquebrantables (ya ni
Snape, y eso que corría peligro su vida). El primero, es el de la lealtad a tus
amigos, rompió la confianza que debe haber entre tus cuadernos de doble raya.
El segundo, el que aplica para todas las fiestas y sociedades privadas: “lo que pasa en Las
Vegas, se queda en las Vegas”, o en el lugar donde ocurran los hechos.
Este problema se ha agudizado con el uso de la tecnología.
Ahora cualquier baboso, por decir lo menos, delata nuestras acciones y las sube
a la red. Podrá decirse que lo que hizo Emma, que así se llama la novia, es
traición y lo que gustes, pero hay que entender el contexto. El video sólo
muestra una parte, muy pequeña de todo el universo que compone la acción. No
nos consta si los novios ya lo habían acordado o no, no sabemos si fue un reto
en un juego, sí, atrevido, pero un juego al fin. También pudo haber sido un
error, un dejarse llevar por el momento, por el alcohol, qué se yo. Por lo que
haya sido, le salió caro a Emma, pues el novio, al verse exhibido ante la red,
canceló la boda. Cuántos de nosotros no hemos cometido errores que, para
nuestra fortuna, nadie capturó en una imagen.
Entonces el problema no es cometer errores, sino que haya
alguien que con mala leche o con una gran estupidez, decida balconearnos. ¿Qué
derecho te da exhibir a los demás cometiendo una falta? ¿Te sientes tan poca
cosa que necesitas mostrar que los demás cometen errores para poder bajarlos a
tu nivel? ¡Qué ching….s te importa! Y aplica tanto para este caso como para el
graciosito que le tomó la foto a la señora que se quedó dormida en una sala de
espera, como para Arné y su periscope. De verdad que esta gente confunde
libertad con libertinaje.
Pero la responsabilidad no termina en el descerebrado que
captura el momento, sino en la bola de cobardes que, amparados por el anonimato
de la red, se dedican a convertirse en jueces y señalan con saña los errores
ajenos. Estos jueces “de la verdad” que ni siquiera se atreverían a insinuar
que lo hecho estuvo mal si tuvieran a la persona enfrente. Y no conformes con
ello, deciden que “la sociedad” debe juzgar a estas brujas y difunden las
imágenes por toda la red, para escarnio del “pecador”.
La verdad, si te llega un video o unas fotos en las que se
cause daño a la imagen de una persona, y que además no está cometiendo ningún
delito, no seas tan bajo como para compartirlas. Piénsalo, el siguiente podrías
ser tú. Por eso #YoRespeto .