miércoles, 20 de septiembre de 2017

Septiembre 19

Me levanto y escucho el sonido de un helicóptero.
-No – me digo- no es la alarma sísmica. El simulacro es hasta las once de la mañana, y aunque septiembre sea el mes de los sismos, hoy No puede temblar, sería un mal chiste de la vida.

1:14. Mientras estamos grabando un video empieza a temblar. Paramos todo y salimos. Salvo el del 85, que me tocó en el tercer piso de la preparatoria de la Universidad La Salle, ningún otro sismo me había tocado fuera de mi casa, lo cual hace una gran diferencia. Tengo la suerte de que se encuentra construida sobre piedra volcánica, así que por lo general apenas los siento. Hoy fue la excepción.

En el noticiero de la noche decían Loret y Denisse que, si miramos el mapa de los lugares afectados, fueron 50 puntos donde hubo colapso de edificios. 50 puntos para el tamaño de la ciudad, prácticamente es nada, pero para las personas atrapadas, para los que perdieron su patrimonio, y peor, para los que perdieron algún ser querido, lo es todo. Es cierto que la ciudad no está deshecha, pero sus corazones, sus esperanzas sí que lo están.

Hasta ahorita, doce de la noche, 25 personas, 21 de ellas niños, perdieron la vida en el Colegio Enrique Rébsamen. Hay esperanzas de rescatar con vida a otros 28 que se presume continúan bajo los escombros. Uno de ellos, Víctor, es una luz de esperanza porque ya lo tienen localizado, incluso le pasan oxígeno y agua por medio de una sonda. Lo angustiante es que aún no hallan la forma de rescatarlo, y temen que el resto del edificio se colapse.


Ignoro si la escuela estaba bien o mal construida, incluso si tenían un adecuado Plan de Protección Civil o sólo cumplían con lo mínimo indispensable. Eso, de verdad, no importa. Hoy hay 28 padres de familia en zozobra y otros 21 a los que un maldito fenómeno de la naturaleza les ha robado su futuro. Eso me tiene frito, y desde aquí les mando un abrazo solidario.