Pensé que mi entrada sobre JuanGa iba a ser iba a ser lo último que escribiría sobre él, y
aunque directamente es así, nuevamente sale el tema a relucir.
A escasas horas de que falleciera “El Divo de Juárez”,
Nicolás Alvarado, en ese entonces
director de TV-UNAM publicó una polémica columna en la que decía que a él no le
gustaba Juan Gabriel.
La columna en sí no es polémica, más allá de criticar las lentejuelas de los trajes del
cantante “no por jota, sino por naca”. De acuerdo, el señor Alvarado no es la
versión masculina de Talina Fernández, y seguramente al emitir su comentario se
mordió la lengua… o se pellizcó los dedos, porque fue escrito.
La reacción del respetable no se hizo esperar. Desde la
lapidación de Creonte, Rey de Tebas, que no se veía algo así. Sí, entiendo que
el pueblo se sintió ofendido, pero la verdad,
como que exageraron. Ante la ola
de este juicio sumario las autoridades universitarias renunciaron a Alvarado.
Ya lo decían los romanos “Vox populi, vox Dei”. Y justo ahí radica gran parte
del problema: las redes sociales tienen
un ánimo linchador y justiciero.
Pero, como diría Raúl Velasco, aún hay más. Es en este circo
de tres pistas que hace su entrada triunfal Torquemada y su Santa Inquisición,
papel fielmente representado por el CONAPRED, que pretendía obligar a Nicolás
Alvarado a retractarse de sus palabras y a asistir a un curso sobre
discriminación ¡A Nicolás Alvarado! Quien ayudó a fundar, de la mano de Rincón
Gallardo, el organismo que después le
diera vida al CONAPRED. Bueno, siendo sinceros eso sí me dio gusto, ya que ,
igual que le pasó a Ellen Degeneres, fue víctima de los propios monstruos que
creó. El síndrome de Frankenstein, le podríamos llamar.
Creo que este asunto está muy lejos de terminar. Ignoro lo
que le pueda pasar a Alvarado si camina por la calle, aunque dudo que le hagan
algo. Ya lo dijo un troll de internet “somos unos cobardes que nos escondemos
en el anonimato de la red”. Pero eso no es lo que me preocupa, sino el poder
que tienen las redes sociales, poder que no recae en los más inteligentes y
tolerantes; esto sin olvidar la censura que el CONAPRED puede ejercer en
“nombre” de la tolerancia y lo políticamente correcto. Basta con que a algunos
no les guste lo que decimos para ser censurados, y eso es muy peligroso.
Por el otro lado, es cierto que no debemos confundir
libertad con libertinaje, y más que censura, debemos tener autocensura, saber
hasta dónde nuestra opinión es válida, pero teniendo la total libertad de
expresarnos.
Exacto...la gente no lee...imagina lo que quiere leer
ResponderEliminarExacto...la gente no lee...imagina lo que quiere leer
ResponderEliminar