martes, 26 de julio de 2016

Fin de luna de miel

Como en todo matrimonio, el de Uber está pasando una crisis. Y bueno, hay que reconocer que más que matrimonio esto es un ménage à trois, en el cual la empresa tiene que satisfacer a los clientes y a los asociados. Porque si estuviéramos hablando de una empresa tradicional, los empleados, que si bien son importantes y es saludable escuchar sus sugerencias, no tienen realmente poder de decisión, y si a alguien no le gusta, pues se puede ir, y salvo el problema de logística inicial, no pasa a mayores. Aquí el caso es diferente, porque para empezar, la flotilla empieza a disminuir, ya que Uber no es dueña de los autos.

El primer desencanto se dio en aquellos lastimosos días en que a Mancera, tan brillante muchacho él, se le ocurrió ¿por qué no? Modificar el programa No Circula, según él, para mejorar la calidad del aire, cosa que no ocurrió. Ante esto Uber aplicó su mentada “tarifa dinámica”, que por más que digan, es un robo disfrazado de libre mercado. Si hay más demanda que oferta de autos, el costo sube. Su razonamiento era “para asegurar que hubiera unidades disponibles y quien necesitara el servicio pudiera acceder a él”  WTF?  O sea…¿cómo? ¿Me lo podrían explicar como si tuviera seis años? Hay unidades disponibles porque hay gente que en el mejor de los casos no quiere pagarlo, aunque la realidad del país es más bien que no puede pagarlo ¿eso no es negarle el servicio a alguien que, usualmente sí puede pagarlo? La verdad ese capitalismo salvaje es una mentada de madre que sólo los muy cínicos o los muy insensibles pueden defender.

Además aquí entraba en juego un asunto que no es poca cosa. Cuando Uber entró, la mafia del sindicato de taxistas (¿por qué siempre en todas estas mafias del poder está involucrado un sindicato?) decidió que Uber no podía ejercer su derecho a ser una opción en el transporte citadino. El gobierno de Mancera, raudo y veloz, se rindió a estos intereses y estaba a punto de negar el permiso cuando apareció la voz del pueblo que dijo “nanais, dijo popochas”, y Uber se queda. Fue tal la presión de la sociedad organizada que a Mancera no le quedó de otra que doblar las manitas y dar los permisos correspondientes. En pocas palabras Uber existió en México porque su público así lo quiso. ¿Y qué hace Uber? A la primera de cambios traiciona ese apoyo y pretende abusar de quienes lo apoyaron. En mi pueblo dicen que no es bien nacido el que no es agradecido.

Ante las nuevas protestas, y ante la posibilidad de orquestar una campaña en su contra, Uber da marcha atrás, aunque no totalmente. ¿Y qué sucede? Que empieza a crear una serie de medidas para que al consumidor le sea menos oneroso, pero en lugar de sacrificar utilidades, como toda empresa socialmente responsable haría, ¡no!, decide clavarle el diente a sus asociados y les aumenta la comisión. Éstos, al ver que sus ingresos disminuyen, están molestos y hasta han organizado paros.


No sé en qué va a acabar este culebrón, pero Uber ha sacado el cobre. Entiendo que las empresas deben de ganar dinero, pero no a costa de sangrar, ni a sus clientes, ni a sus colaboradores. Todo debe de tener un justo medio. Ojalá y que recapaciten, ya que es muy buen servicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario