Vivimos en un mundo violento. Y no, no podemos decir que es por los tiempos
modernos, el tipo de vida, etc. La violencia ha estado presente a lo largo de
nuestra existencia. Si creemos en los relatos Bíblicos, vemos cómo desde el
principio Caín asesina a su hermano Abel por celos. Si no tenemos creencias
religiosas, basta ver cualquier libro de historia: Los hititas, los fenicios,
los egipcios, griegos y romanos. Todas las civilizaciones antiguas han basado
su crecimiento en base a las guerras.
Y podemos seguirnos con las Cruzadas de la Edad Media, las
consolidaciones de los reinos europeos, el colonialismo, las guerras mundiales,
y un sinfín de conflictos bélicos, unos más grandes e importantes que otros,
pero todos dejando a su paso muerte y destrucción.
Napoleón, Alejandro Magno,
Anibal, nombres de guerreros que
han ocupado el título de grandes héroes, o Hitler, en el bando de los villanos.
Pasamos más tiempo estudiando sus acciones que las de Pasteur, Fleming o los
esposos Curie. ¿Acaso valoramos más el arrojo de los belicosos sobre la
inteligencia de los estudiosos?
Podemos preguntarle a los niños quién quisieran ser, si
Napoleón o Gandhi. La mayoría se va a ir por Napoleón. Hay algo en la
violencia, en oprimir al otro que nos fascina. Nos gusta sentirnos poderosos,
aun si eso conlleva a pisotear a los demás, de hecho podría atreverme a decir
que justo por eso es que nos satisface ser poderosos.
La verdad hacer un estudio sobre la violencia sería hacer
una seria investigación y terminaría con un escrito mucho mayor a una simple
entrada de blog, el tema da para más. Tampoco pienso hablar, al menos el día de
hoy, de los hechos violentos que estamos sufriendo en nuestro país.
De lo que quiero hablar el día de hoy es de un caso de
violencia que es mucho más chico, por el
número de participantes, dos, quizás tres y en el cual no se usó ningún arma,
pero que no por ello deja de ser importante. De hecho es muy importante, porque
es el primer eslabón hacia violencias mayores. En días pasados salió a la luz
un video en el que vemos a una mujer regañando a una niñita de no más de tres
años. Al principio le grita e insulta, pero como la niña no puede subir el
escalón, le da un zape, la zarandea y
finalmente le da una patada. La persona que la estaba grabando insulta a la
madre.
Este es un hecho de violencia familiar, uno sólo de tantos
que se dan alrededor del mundo, y que gracias a la red llegó a ojos de las
autoridades competentes que están evaluando el asunto. Al respecto, y es mi
opinión, la niña debe seguir con su familia, pero que le adviertan a la mujer
que podría ser arrestada si vuelve a tocar a la niña y que la van a tener mega
vigilada para asegurarse de que esta conducta no vuelva a pasar. Y que la
autoridad lo cumpla, que es donde se les complica la cosa. Llevar a la pobre
niña a un internado del DIF es como condenarla a prisión. Sabemos los horrores
que le tocaría vivir en alguno de esos lugares.
Estos hechos, que no por cotidianos son pecata minuta, deben ser erradicados de
todas las sociedades, pues como ya mencioné son el primer encuentro de los
niños con la violencia, mismo que repetirá con sus hijos, además de que puede
ir escalando en otros ámbitos. Promovamos la paz y la tolerancia.
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